Indígenas venezolanos del pueblo Yukpa migran y dejan atrás sus tierras, costumbres y tradiciones para no morir de hambre

GlobalizateRadio.-

Texto y Fotos: Ricchielis Berrueta. (Colombia)

Viven a la intemperie o en viviendas improvisadas

Diariamente se ve con mayor frecuencia los asentamientos improvisados de grupos indígenas, que tuvieron que salir de sus tierras en Venezuela. Generalmente la cantidad de niños es mayor en cada lugar. Sobreviven de las limosnas que personas de buen corazón les entregan, también son apoyados con alimentos y ropa por las familias cercanas a su ubicación

Se refleja tristeza en cada mirada, sus pies están maltratados de tanto caminar,  en algunos casos deben andar descalzos porque simplemente no tienen calzado, cada día son más los venezolanos que huyen de su país debido a la crisis económica, política y social, que afecta a cada ciudadano sin distingo.

Según las últimas cifras oficiales emitidas por la  Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) ya son 4,6 millones los venezolanos que han salido del país, sin lugar a dudas la situación afecta más a niños, ancianos  y personas con discapacidad, sobre todo si éstas pertenecen a los pueblos indígenas.

El desplazamiento indígena es cada vez mayor, salen de sus tierras dejando atrás costumbres y tradiciones, es decir, su modo de vida, como señala Carilla García, una mujer Yukpa proveniente de la Sierra de Perijá de Venezuela, contó que llegó a Colombia hace aproximadamente un mes, con 5 niños cuyas edades oscilan entre 1 y 16 años.

“Lo dejamos todo, nos duele salir así, en la Sierra está parte de nuestra familia, nuestras costumbres, todo. Al menos allá teníamos un lugar para vivir, aquí no tenemos donde pero mis hijos comen”, manifestó.

Carrilla, en compañía de otro grupo de ciudadanos pertenecientes al pueblo Yukpa duermen en la orilla de una carretera bastante transitada de uno de los pueblos del Atlántico colombiano, en total, son diez los niños que viven a la intemperie en el lugar.

“Me siente porque los niños allá –en Venezuela- estudiaban, aquí no, nosotros no tenemos documentos ni las maneras para que ellos vayan al colegio, además, este es un lugar de paso, aquí no nos quedaremos”, señaló.

En este sentido, María Angélica García, otra de las  integrantes de este grupo de indígenas, explicó que en cada lugar que llegan arman un cambuche, o vivienda improvisada construida con cualquier material, “eso nos sirve para resguardarnos de la lluvia y el sol, aunque en este lugar tenemos techo, por eso no hemos armado nada de eso”.

Asegura que suelen trasladarse de un lugar a otro para  “no cansar a nadie” en los lugares que llegan, “nos tienden la mano pero a los días se olvidan de nosotros, no hemos encontrado un lugar donde nos apoyen. En la Sierra de Perijá Vivíamos de nuestros cultivos, no tenemos como hacerlo ahora, si no salimos podíamos morir de hambre”.

Si lugar a dudas, además de los niños, a quien se le dificulta la situación es a la abuelita del grupo, la señora Amelia Romero, ella misma no sabe a ciencia  cierta su edad, pero su rostro refleja su tristeza y denota que está cerca de los 70 años,  Amelia solo habla wayuunaiki y le cuesta comunicarse, llegó sola pero ahora cuenta con este grupo que para ella es un apoyo.

Aunque no existen cifras oficiales, como este asentamiento improvisado, son muchos los grupos de indígenas que han tenido que huir para conseguir alimentos, se juntan en el camino y piden a Dios a diario que sea su guía, los proteja y ponga en su camino personas de bien, ruegan porque Venezuela salga de la crisis, porque lo que más desean con ansias es volver a la tierra que dejaron atrás.