Familias Yukpas relatan su odisea: “Nos vinimos porque no podíamos seguir comiendo yuca sola”
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Periodista Richielis Berrueta (Colombia) Auyama o yuca, sin sal, sin queso, sin ningún acompañante, eso era lo que diariamente Glenda Romero comía y le daba de alimento a sus hijos en la Sierra de Perijá, ubicada en la zona occidental del estado Zulia, cerca de la frontera con Colombia.
Manifestó Glenda Romero que “no hay más nada para comer, sólo comíamos una vez al día”, la situación siguió empeorando en su país de origen, Venezuela. Perteneciente al pueblo Yukpa ubicado en la Sierra de Perijá en el estado Zulia, Glenda Romero, se vio obligada a emigrar a Colombia aun estando embarazada para que sus hijos no siguieran pasando hambre.
“Aquí hemos conseguido un poco más para comer. No queremos que esto sea para siempre, sólo pedimos que nos sigan ayudando para poder regresar a nuestra tierra y llevar algo a los que allá quedaron”, dijo.
Su hijo menor lleva por nombre Benjamín, tiene dos meses y nació en Santa Marta, indicó que “le tocó parir” en esa ciudad porque no tienen un lugar fijo para vivir y aunque el gobierno colombiano le otorgó la nacionalidad a los hijos de venezolanos nacidos en el territorio desde el 18 de agosto de 2015, ella aún no ha registrado a su bebé.
“Cuando parí solo me dieron un papel, mas nada, no cuento con asesoría de nadie para eso. Vivimos bajo la voluntad de Dios.” dijo refiriéndose al certificado de “nacido vivo” que entregan en los hospitales para posteriormente proceder al registro de nacimiento del recién nacido.
Tras su paso por varias ciudades de Colombia, Romero llegó a Sabanagrande, municipio del Atlántico, en compañía de otras dos familias Yukpas, las cuales se encontraron por casualidad y decidieron seguir la travesía juntos.
Duermen a la intemperie, los más pequeños sobre un colchón viejo que les regalaron, al resto les toca dormir en el piso. En total son 6 adultos y 10 niños quienes padecen debido a la grave situación por la que atraviesa Venezuela, lo que llevado a una gran migración, según cifras de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) son más de cuatro millones los migrantes venezolanos en el mundo.
“Es lo más duro que me ha tocado vivir” dijo Maritza Michiano, quien con solo 17 años, ya es madre de una niña de 2 años de edad y tiene 5 meses de gestación según su cuenta, puesto que no posee control prenatal.
“Aquí estoy con mi hija y mis hermanitas. Nos vinimos para acá porque en nuestra tierra ya no tenemos nada. Nos hemos encontrado tanto con gente buena, como con gente mala, pero sí nos han ayudado, la idea no es vivir así pero es lo que nos ha tocado”, aseguró.
Mujeres, niños y personas de la tercera edad son los más afectados durante un proceso migratorio, en este sentido, la señora Eleida Nuñez también llegó a Colombia con su esposo Jesús González, ambos con más de sesenta años.
“Nos trajimos a dos de mis nietos, allá dejamos a mis hijas. No aguante más, no se puede comprar nada en Venezuela todo está caro, no podemos cultivar, no nos alcanzan las cosechas, aquí al menos buscamos ayuda para comer”, refirió Nuñez.
Estas tres familias pertenecientes al pueblo Yukpa de la Sierra de Perijá en Venezuela, estado Zulia, han hecho de un espacio en desuso prácticamente un asentamiento, allí comen, pasan el día, lavan su ropa, cocinan y duermen.
Esperan aferrados a Dios conseguir el sustento de cada día gracias a la solidaridad de las personas quienes se acercan para tenderles la mano bien sea con alimentos o ropa, “es triste porque en la Sierra tenemos donde vivir pero no tenemos que comer”, puntualizó Eleida Núñez.